Frank, un montañez y comerciante de vinos, se interesó en hacer un vino que le asemejara a “piedra líquida”. Llegó a Etna en 2001, varios años antes de que se convirtiera en el destino vinícola de moda que es hoy. Se sintió atraído por las viñas extremadamente viejas (en algunos viñedos, las vides se acercan o superan los 100 años y sin injertar, gracias a los suelos volcánicos que eran inhóspitos para la filóxera) y a la altura de los viñedos y el terroir singular, cuya combinación se traduce en el potencial para hacer vinos de muy alta calidad. Hoy en día, Etna es considerado como uno de los lugares de producción de vino con mayor potencial en Italia y más allá.