Gonzalo y yo hemos reconocido desde hace tiempo la importancia de tener un Amarone della Valpolicella, uno de los vinos más distintivos e icónicos del norte de Italia, en nuestra cartera. Así que, a lo largo de los años, probamos muchos ejemplos. Algunos de ellos eran objetivamente muy buenos. Sin embargo, siempre faltaba algo. Como románticos que somos, buscamos vinos que no solo estén bien elaborados, sino que también tengan alma. A medida que continuamos degustando Amarone, encontramos que las huellas del terruño y la filosofía se veían oscurecidas por sus mismas características: alto contenido de alcohol, azúcar residual y robustez. Todo eso cambió el día que probamos los vinos de Il Monte Caro in situ. Un amigo sommelier de un restaurante muy cool en Los Ángeles había oído hablar de ellos y sugirió que los visitáramos juntos una tarde mientras estábamos en la cercana Verona.

Il Monte Caro es una pequeña finca familiar dirigida por un equipo de hermanos: Giorgio y Emanuela. Giorgio y Emanuela heredaron Il Monte Caro de su padre Enzo. Es una finca pequeña y todos los miembros de la familia viven a un tiro de piedra uno del otro, fácilmente entrando en casa del otro para una comida o para ayudar con el cuidado de los niños. Es el tipo de lugar donde conversaciones fáciles y variadas, sostenidas con copas de vino veronés, salame casero y focaccia, tocan temas tan diversos como la crianza de los hijos, el compostaje y la panadería. Giorgio es un enólogo apasionado que cree en la importancia de la biodinámica en su viñedo.

En la bodega, hace algo que podría parecer radical como productor de Amarone: solo usa roble en ciertas añadas. Está orgulloso de su región y venera la tradición, pero valora la moderación. Incluso con un vino tan poderoso como el Amarone, busca preservar la elegancia y mostrar el carácter de las colinas de su finca. Los vinos de Il Monte Caro están impregnados de tradición, pero, al igual que Giorgio y Emanuela, hay algo juvenil y alegre en ellos.